Es curioso. Cuanto tiempo llevamos esperando este momento. Cuantos padres, niños, venían pidiéndolo.
Ayer fue el primer día en que nuestros peques pudieron empezar a salir una hora al día, con todas las precauciones, a qué les dé el aire, el sol, y pasear con uno de sus padres, madres o adulto que conviva con ellos.
Todos sabemos que no todos los padres y madres han sido lo responsables que se necesita, sin respetar distancias de seguridad o el esto de normas que nos han indicado las autoridades.
Quiero pensar que son los menos. La mayoría de madres y padres han cuidado la seguridad de todos, y de sus peques, siguiendo las limitaciones.
Pero lo que me ha resultado más curioso, es algo más sutil, pero muy importante.
Hoy paseando con el perro para hacer su necesidades, he visto a cuatro familias paseando con sus peques: Una mamá con un peque de tres añitos que andaba con esos trompicones tan graciosos, y mirando el cielo, señalando y nombrando todo lo que veía, "¡mamá, árbol!”, "¡mamá, u' lobo!”, al ver a mi perro (<<me muero de ternura>>). Y la mamá tras él, dejándole andar, y vigilando su paso, contestándole atenta a todo lo que el peque señalaba, con ilusión.
Otro papá andaba con dos niños que iban en bici y triciclo, tras ellos, con el móvil en la mano.
Otra mamá, caminaba whatsappeando o enviando mensajes, mientras los niños correteaban con la pelota.
El que más me ha llamado la atención ha sido un papá, que paseaba con su hijo de unos 12 años; más crecido, caminaba con una cara de resignación considerable, pero sin decir nada la criatura, mientras su padre hablaba por teléfono, de forma airada, diciendo palabrotas además, por lo que parecía un conflicto con compañeros de trabajo (un culebrón de quién dijo qué).
Para nada juzgo su preocupación o malestar por este tema, eso no es lo que hacemos.
Los profesionales de la salud reflexionamos sobre las conductas menos adaptativas que nos impiden alcanzar nuestro mayor nivel de bienestar. Y lo cierto es que tras más de un mes encerrados en casa, en que no podíamos disfrutar de un paseo, solos, ni con nuestros peques, viendo el sol, los pájaros, distrayéndonos del tiempo de aislamiento que aún nos queda por delante, cuando podemos por fin salir, no nos damos cuenta de que nos lo estamos perdiendo.
Este es uno de los principales enemigos para el bienestar: Nunca estamos donde estamos. No estamos presentes, ni para nosotros mismos, ni para quienes queremos, en los pequeños momentos felices del día a día.
Las nuevas tecnologías son una gran fuente de distraccion, pueden absorvernos, pero no tienen la culpa. Es una decisión personal y consciente la que debemos tomar para dejar el móvil a una lado por un momento y mirar a los ojos a mi hijo mientras me cuenta algo que le interesa. Para mirar el cielo y darme cuenta de la cantidad de pájaros que hay ahora que hay menos ruido. O simplemente disfrutar del sol en la cara tras un mes, sin tener terraza.
Para salir del estado de alarma, comenzará una desescalada- si lo hemos hecho bien- para que podamos poco a poco volver a salir, pero no a una normalidad. Cobrará aún más importancia, como ya estamos viviendo, concentrarnos en el día a día.
Ojalá, tras este confinamiento, nos quede el aprendizaje de lo valioso que es algo que parecía tan nimio como poder pasear, o comencemos a hacerlo con nuestros sentidos alerta, con atención plena.
Te propongo algunos ejercicios para caminar de forma consciente. El mindfulness y la meditación están muy de moda (no por otra cosa, que porque funcionan), pero si no eres fan de estos conceptos, símplemente, quédate con que puedes ejercitar tu capacidad para prestar atención a lo que importa, y disfrutar de las cosas pequeñas, sin que tu mente te barra hacia bucles de pensamientos, que, en realidad, no te están aportando nada emás que separarte de lo que sí está pasando en ese momento.
Caminar con conciencia sensorial
Mientras caminas, observa sin juzgar lo que pase por tu cabeza, ni lo que ves alrededor (si esa flor es fea, si me estopy desconcentrando), simplemente trata de devolver tu atención a cada uno de tus sentidos, por orden:
- Mantén tu vista quieta, y observa como cambia la vista a tu paso según vas avanzando. Fíjate en los colores, en la luz, en las cosas pequeñas de las que a veces no te das cuenta.
- Después concéntrate las plantas de tus pies, la suela de tus zapatos. Toma conciencia de cómo pisas, ¿andas deprisa?, ¿despacio?, trata de que sea un movimeitno más consciente, más a propósito, y no automático. Presta atención a las diferentes sensaciones al apoyar un pie detrás de otro.
- Ahora concéntrate en los sonidos: Agudiza tu oído, y ponle nombre a lo que oyes, sean pájaros, o sonidos de obras.
- ¿A qué huele? ¿Notas el aire sobre tu piel?, ¿calienta el sol en tu cara? Concéntrate en estas sensaciones.
- Y trata de percibir todo esta experiencia que te brindan tus sentidos, por último, a la vez.
Mente de niño
Pero, para terminar, te diré que mi ejercicio favorito, ya lo has visto:
¿Recuerdas al niño que te comentaba, que paseaba con su madre, mirando al cielo, señalando todo como si lo viera por primera vez? Esta mente de principante de la que hablan en mindfulness, que no juzga, aprecia, y disfruta, manteniéndose presente en el aquí y ahora, y no haciendo mentalmente la lista de la compra, es una de las prácticas más valiosas que podemos cultivar día a día en cualquier momento. Prueba a pasear, imaginando que es la priemra vez que ves todo lo que hay a tu alrededor, como si fueras un turista, y tuvieras que fijarte bien en los detalles para recordar el camino de vuelta, disfrutando el camino.
Etiqueta, ponle nombre a lo que ves, te sorprenderá ver en cuántas cosas no te has fijado alrededor de tu propia casa.
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