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Foto del escritorMaría Gil Villahermosa

El lenguaje del poder

Te voy a explicar por qué uso tan “exageradamente” el lenguaje inclusivo. Muy probablemente con errores, pero con el mimo que merece.


Nuestra lengua no ha evolucionado como otras con género neutro, y en la nuestra, la regla ha sido el masculino genérico. Sin embargo, hablar sobre la incorrección del lenguaje inclusivo por esta justificación, como si la evolución de una lengua fuera tan lógica como la matemática, como llegar a 2+2 son 4, me deja un vacío que falla.


La historia, la cultura, el lenguaje, las escriben los que ganan.

El que narra, nombra. EL QUE PUEDE HABLAR es el que ostenta el poder (Siempre han sido los mismos). Y por tanto, nombra, desde su perspectiva ombliguísta, y por supuesto ya os imaginareis, masculina (cis, hetero, burguesa, blanca, y patriarcal). Nuestro lenguaje viene empleando el masculino genérico, poniendo a los hombres primero, y luego incluyendo a las demás, porque eran los hombres los que estaban en el centro.


No se nombra lo que no se ve. Y no se puede ver, lo que no se nombra.


El lenguaje modifica el pensamiento, y la manera en que percibimos la realidad. Cuando trabajamos con pacientes con depresión, la intervención por excelencia es la “Reestructuración cognitiva”, que se basa en la modificación del pensamiento, para modificar la emoción y la conducta. Se entrena al paciente para pensar y hablar de una manera, objetiva, pero más positiva: en lugar de “Todo me sale mal”, le ayudamos a ser concreto: “no hago bien ésta y ésta cosa, me he equivocado en esto”. De forma que cambiar el lenguaje, por tanto su forma de pensar, le hace percibir el mundo de una manera más constructiva, realista, y saludable.

Creo en la necesidad de hacer lo mismo con el lenguaje y el género.


Sé que es un cambio esforzado, todo cambio genera resistencias, más uno que pretende desmontar una estructura de pensamiento creada para sostener un sistema de privilegios e invisibilizar y normalizar la opresión. <Que así como digo las cosas, suena grande y quizá para muchos exagerado, pero es real como la vida misma>. Y es aún más costos, con lo incómodo que es echarse esta realidad a la cara. Aún más, cuando nos hemos criado en, para, y por ese sistema. Por supuesto preferimos vestirla, esa realidad, de exagerada y que permanezca bajo la sábana.

Entiendo que las reglas de nuestra lengua no han incluido esta manera de hablar, ni el femenino genérico, ni la e. Pero es que en eso consiste la revolución, en romper las reglas. Revolverlo todo, y echar abajo lo que no funciona. Y este lenguaje, nos sirve para comunicarnos, nos hace entendernos “fácilmente”, pero nos impide ver la realidad diversa. Y nos impide, valga la redundancia, entenderla.



Queremos educar a nuestros hijos para un mundo mejor. Tolerante, pacífico, donde todos se sientan a salvo. Tenemos que empezar a construirlo ya.

Para que todo el mundo se sienta incluido. Esto no debería ser una amenaza para nadie. Si escuece, que no utilicen el masculino genérico, sino el femenino, y tu respuesta es “por qué se le da importancia a esa tontería”, te diré, “¿por qué le das importancia tú? Si no es tan importante, no pasará nada por hablar en femenino”. Si escuece, será porque trata de cambiar algo que te privilegia. Aunque sólo sea, el no tener que cambiar.

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